¡Y así, de buena mañana, cogimos carretera y manta rumbo a Granada!
Llegamos por la tarde, después de dar muchas vueltas por las calles de la ciudad, a nuestro hotel, que estaba en pleno centro y muy cerquita de la catedral, y esa tarde nos dedicamos a pasear por la ciudad y perdernos un poquito por sus calles.
Ya al día siguiente, y después de un desayuno de campeones, nos fuimos a visitar la Alhambra y el Generalife.
¡Menudo día de andar sin parar! Pero mereció la pena volver a visitar el castillo rojo y su patio de los leones, tan impresionante como recordaba de pequeña... Y todo, a tu lado.
Fue un viaje precioso, por lo bonito de la ciudad y sobre todo, por la compañía.