Nosotros nos conocimos un día de verano.
Como tantos otros romances de la épica estival... Pero diferente.
Nos conocimos en un desayuno, yo pedía un capuchino y el bromeaba bandeja en mano.
Nos conocimos guiados por la rutina del día a día.
Nos saludábamos por las mañanas y nos despedíamos al cierre.
Sonreíamos al cruzarse nuestras miradas.
Y al final tu sonrisa traviesa y tu primer paso nos llevaron a cogernos de la mano y a desear no soltártela nunca.
Te quise entonces y te quiero ahora.